Ser madre o padre es algo que cambia la vida de cualquier persona. El proceso que comienza desde el momento en el que una vida comienza a crecer dentro de ti y se desarrolla hasta venir al mundo es algo que no se puede comparar con nada más. Muchas personas lo definen como que, a partir de ese momento, el mundo ya no gira alrededor de uno mismo sino alrededor de esa persona que acaba de nacer.
Todo esto conlleva cambios enormes en la vida de los recién llamados padres y madres, y no todos estos cambios son favorables. Aunque la experiencia de la maternidad/paternidad es algo sin duda increíble, debemos no caer en la idealización y compartir los esfuerzos y sufrimientos que vienen con ella. La presión que se le ponen a los padres (y sobre todo a las madres) para reconocer el periodo de los primeros meses de vida de su hijo como algo maravilloso y perfecto hace mucho daño a la hora de reconocer todas las dificultades que vienen con él.
Y es que la maternidad trae consigo un momento de vulnerabilidad muy claro para la salud mental de los padres, y sobre todo de la madre. Además, como se ha comentado antes, socialmente se ha creado esta idea de la maternidad como algo perfecto e irrevocablemente feliz, cuando realmente, no siempre es así.
La mayor parte de las mujeres, en algún momento desde el embarazo hasta la posterior crianza, describen sentimientos de ansiedad, miedo, cansancio, irritabilidad, incluso depresión y apatía. Todas estas emociones, sumadas muchas veces al sentimiento de incapacidad de compatibilizar el rol materno con el rol profesional, superan a las madres que se enfrentan a la gran labor de crianza de un nuevo ser humano. Además, les cuesta comunicar su malestar debido a la presión social y a la idealización de la maternidad.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) una de cada cuatro mujeres sufre algún problema de salud mental durante el embarazo o los primeros meses de vida de su hijo. Entre estos problemas encontramos depresión, ansiedad, fobias, o incluso ideas suicidas o problemas alimentarios. Desgraciadamente, a pesar de lo importantes e incapacitantes que pueden llegar a ser, muchos de ellos no son diagnosticados y por tanto tampoco reciben tratamiento.
Además, con la llegada de un hijo, no solo cambia la vida de los padres, sino que también cambia su relación de pareja. Como se comentó antes, mucha gente refiere que una vez un hijo llega al mundo, sus vidas empiezan a girar sobre él. Esto implica la reformulación de la relación como previamente se conocía, ya que el tiempo y las energías que antes se gastaban en la pareja, ahora van destinadas al hijo en común. La madre suele atravesar una serie de cambios físicos, fisiológicos y psicológicos que son complicados de gestionar, como hemos visto, y el padre puede verse desplazado y confuso en su papel. La llegada del bebé supone un desequilibrio en las cargas de trabajo, responsabilidad y en los gastos de energía entre ambos miembros de la pareja, en el que las madres biológicamente y socialmente parten en clara desventaja, más aún si existen además, exigencias laborales. El rol del padre es precisamente compensar dicho agravio cuidando a la diada madre-bebé, esto choca con el rol tradicional de padre ausente, exigente y ocupado por lo que la confusión y la falta de modelos, generan sufrimiento a los nuevos padres posmodernos.
Al mismo tiempo, el cansancio, el estrés y los fallos de comunicación son comunes en esta etapa de adaptación, y hacen que sea más complicado el reforzar la relación de pareja como antes. En estas situaciones es importantísima la comunicación, la empatía con el otro, la búsqueda de información y, sobre todo, la aceptación de que esta es una etapa que pasará en algún momento y que implica que poco a poco la gestión irá siendo cada vez más fácil.
Tener un hijo es una experiencia incomparable con otras de esta vida, pero debemos ir aprendiendo como sociedad a humanizar, considerar y reconocer las partes más negativas que vienen con ello, para poder así prevenir sufrimiento y problemas, y hacer de este proceso algo mucho más llevadero.