La motivación es, desde la psicología, la necesidad o el deseo que activa y dirige nuestras acciones y nuestro comportamiento. Es aquella energía que nos mueve y orienta nuestros actos hacia un objetivo, normalmente relacionado con la satisfacción de las necesidades que tenemos como seres humanos.
Existen muchas teorías sobre la motivación: Maslow definió en su momento la famosa pirámide de las necesidades, donde en lo más básico se encontraban cosas como comer o beber y en lo más alto necesidades como la autorrealización. McClelland, por otro lado, afirma que existen tres necesidades básicas que definen la motivación: la necesidad de poder, de logro y de afiliación.
Pero, de forma general, se definen dos tipos de motivación en psicología: la motivación intrínseca y la motivación extrínseca. ¿En qué consiste cada una?
La motivación intrínseca es aquella que está relacionada con nuestros impulsos más internos, es aquella que viene de nosotros mismos y que se dirige a obtener satisfacción en áreas muy primarias para la persona (como el placer, la seguridad, la felicidad…). Es la “mejor” motivación porque es aquella que más posible hace que hagamos las cosas. Por ejemplo, es la motivación que sentimos por cocinar cuando tenemos hambre, o de abrazar a alguien cuando les vemos mal.
La motivación extrínseca, por otro lado, es aquella que viene de fuera, por estímulos o elementos del exterior que son los que nos incitan a realizar algún acto. Esta motivación depende de nuestro contexto, de lo que nos rodea, y por tanto no presenta tan buenas tasas de realización como la intrínseca. Un ejemplo de este tipo de motivación sería el darle una golosina a un perro cuando consigue hacer el truco que queremos, o regalarle un juguete a un niño cuando consigue aprobar una asignatura antes suspensa.
¿Y por qué nos interesa esto? Pues porque normalmente buscamos tener la motivación intrínseca para hacer las cosas. De forma general, todos esperamos “tener ganas de hacer cosas” para hacerlas, y nos excusamos en no tener esas ganas cuando no hacemos algo que queremos o debemos hacer. Aunque sepamos que realizar ciertas acciones nos dará algún tipo de recompensa (motivación extrínseca), es común no hacerlas solo porque no sentimos esa urgencia interior que nos lleva a ellas.
La clave para varios de nuestros problemas es esta: debemos impulsarnos a hacer ciertas cosas que en un principio nos despiertan malestar o desgana para poder recuperar la motivación a realizarlas. La motivación no suele nacer, se tiene que construir. Es por eso que esperar a que tengamos ganas de hacer algo no suele funcionar: porque no es algo que aparezca de la nada, sino que se tienen que conseguir al hacer las cosas que queremos hacer.
Así que es momento de actuar, aunque cueste y sea duro, para poder retomar esa motivación que sentimos que nos hace falta.