Aunque en nuestra sociedad individualista cada vez sea menos tenido en cuenta, el ser humano es un ser inherentemente social, como la mayoría de los animales. Esto significa que, aunque instintivamente busquemos nuestra propia protección y beneficio, necesitamos a los demás para vivir y sobre todo para vivir bien.
El altruismo se podría considerar según la RAE como la “diligencia en procurar el bien ajena aún a costa del bien propio”. Es decir, es el conjunto de conductas voluntarias que la persona hace con la intención de buscar el bienestar de los demás, sin buscar por ello un beneficio propio o a veces en contra de nuestros instintos de supervivencia.
Esto puede parecer algo contraintuitivo: ¿cómo puede tener beneficios el poner a los demás por delante de nosotros, incluso cuando puede implicar ponernos en peligro o desventaja? La cuestión es que la conducta altruista es adaptativa en cierta manera, pues reforzar los lazos con las personas que nos rodean o con la comunidad de la cual formamos parte implica una mayor seguridad cuando nosotros seamos los que necesitemos ayuda. Implicaría un sentido de reciprocidad que, aunque pueda parecer egoísta, es natural, pero no es solo esto lo que deberíamos tener en cuenta. Según la teoría de la reducción de la tensión, reducir el malestar que nos genera una persona sufriendo nos ofrece un tipo de alivio personal, sobre todo de satisfacción y calma.
En general, las acciones altruistas promueven cambios personales asociados a la felicidad, entre ellos el movimiento, la distracción de problemas propios y mejora de la autoestima. Nos aporta un sentido de integración importante al mismo tiempo que reduce el aislamiento que a veces podemos percibir en el día a día dentro de nuestras rutinas, nos hace sentir parte de algo. Además, acciones altruistas con personas desconocidas nos ayudan a tomar perspectiva, pues abren nuestro campo de vivencias y nos hace valorar las cosas que tenemos, las personas que conocemos y las experiencias que disfrutamos. Esto hace que dejemos de pensar tanto en lo que nos hace falta y nos centremos más en lo que realmente tenemos en nuestras vidas. Finalmente, podemos decir que cuanto más se hace por los demás, más se hace por uno mismo, ya que además de darnos recuerdos que fortalezcan nuestra autoestima y autoimagen, también hace que podamos ver más claramente que estrategias aplicar cuando somos nosotros los que nos encontramos mal. Es decir, cuando descubres qué cosas hacen sentir a los demás en ciertos momentos, aprendemos que cosas necesitamos nosotros cuando nos encontramos en una situación parecida.
Desde Almavic Psicología os invitamos a todos a ir aumentando el número de acciones altruistas con la gente que os rodea y experimentéis sus beneficios de primera mano, para que descubráis una mejora personal y sobre todo veáis el bien dónde desgraciadamente muchas veces no lo hay.